Llevo un mes entero tratando de organizar mi cabeza. No he leído cosas por fuera del trabajo, no he escrito una sola palabra hasta ahorita y no he visto a muchas personas. Me he dedicado a estar conmigo misma, a recuperar muchísimas horas de sueño perdido y a repensar en lo que soy y en lo que quiero ser. En un mes me he dado cuenta de millones de cosas que dejé de hacer, de todas las cosas que sacrifiqué y del monstruo en el que me convertí en menos de dos años trabajando con políticos.
Mirando en retrospectiva, siento que me volví una persona insoportable repitiendo actitudes que siempre he criticado. Tenía cero tolerancia a las conversaciones que me parecían ligeras, me aburría si no se estaba hablando de algo en lo que no tuviera protagonismo y todo lo volteaba a temas demasiado densos que creía que eran los importantes.
Volví al mundo real y humano en el que uno tiene que oír lo que tiene que decir el pariente desesperado, la amiga enproblemada y en el que uno no tiene excusas baratas para no ir a los cumpleaños de los primos. Al mundo en el que uno tiene que ocuparse de su casa, hacer mercado y tender bien la cama para que quede estiradita. En el que uno se tiene que preocupar por el hijo de la señora que lava la ropa que estaba en el hospital. Regrese al mundo en el que la gente soluciona problemas reales todos los días y todavía tiene sentido de la proporción.
Yo solo tengo tres cosas claras en la vida, bastante pocas para que se me hayan olvidado mientras trabajé en la política. Como nos recomienda el tarot a los capricornianos esta semana, decidí escribirlas en papelitos y pegarlos en todas partes para siempre tenga presente que tengo la obligación de ser feliz (esta es la primera cosa clara y el fundamento de las demás), que tengo que ser una persona buena y que lo más importante es mi familia.
Ahora leo los periódicos y veo las noticias como una espectadora más. No porque no tenga compromiso sino porque sé todo es mentira y porque mi reencuentro con la vida real va acompañado por un desencanto total por el mundo mentiroso de la política. He dejado de confiar y hay muchas personas que admiraba que hoy en día me parecen despreciables. Me dan susto las mujeres como Segolene Royale demasiado flacas y angulosas que tienden a tener los corazones secos de tanto comer lechuga y de quejarse de su soledad. Me dan susto los políticos paracos y los guerrilleros y los que hacen show a costa del escándalo en lugar de trabajar realmente por solucionarlo. Me da susto la gente que no trabaja y la gente que lo hace como si fuera un locomotora sin frenos sin sentarse a pensar un minuto, llevándonos rumbo a un abismo del cual no vamos a poder escaparnos. Me da susto porque siento que nos están escondiendo demasiadas cosas y por eso no podemos medir realmente lo que está sucediendo.
Guardadas las proporciones, me siento como un veterano de guerra de esos que ya no cree en nada sino en lo totalmente mundano y que revive sus recuerdos en silencio sin decir una palabra, como si la guerra le hubiera dado la sabiduría para saber que ahí no quería volver y que tenía que proteger a los suyos de eso.
En un mes he podido darle vuelta a muchas cosas que andaban patas arriba en mi vida, pero en dos años alcancé a destruir muchas otras que tomarán más tiempo en repararse. Los papelitos de color neón que pegué en todos los rincones de mi vida son el recuerdo constante de que todavía tengo que remendar muchas grietas.
domingo, noviembre 26, 2006
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