sábado, mayo 08, 2010

Sobre Mockus y el neoliberalismo

Hace unos días le hice un comentario fuerte a Luis Guillermo Vélez en su blog de La Silla Vacía. En pocas palabras, Vélez afirmaba que los seguidores de Mockus lo seguían de forma irracional y no se habían dado cuenta de que era neoliberal. Irracionalmente, me despeluqué y le contesté lo siguiente:

"Eso es lo que me gusta de Mockus. Lo prefiero a los asesores económicos de Santos--los principales defensores de la eliminación de los parafiscales, tema con el que también estoy de acuerdo--descolgando los estudios que habían hecho sobre los beneficios de trasladar esa sobretasa al empleo al IVA o a la renta, de la página de los Fedesarrollos y demás. También prefiero a alguien que quiera atacar la informalidad, en lugar de seguir alimentándola porque la salud gratis y los subsidios traen votos. Estoy de acuerdo, Mockus es neoliberal, pero eso es precisamente lo que me encanta."

Después de haberla publicado y de un comentario de El
Juglar del Zipa en el que calificaba mi comentario de “encantador”, con todo el sarcasmo que lo caracteriza, me di cuenta de que había sido un poco facha y que estaba dándole la razón a la entrada anterior del blog de Vélez, en el que decía que los seguidores de Mockus se parecían muchísimo a los del Tercer Reich. Por eso, decidí usar este espacio para aclararlo, por lo menos en mi conciencia.

Yo sí soy neoliberal. Tan horrible como suene, soy de las que todavía creo que en el mercado, en un aparato estatal pequeño y aunque suelo ser más pro regulación que un economista "freshwater" (remitirse a este
artículo de Krugman para los que no saben de qué estoy hablando), me desespera el uso irresponsable de los recursos públicos en aras de mantener los votos. Y sobre estaba hablando de dos cosas específicas.

Primero, creo que Colombia tiene un sistema de salud que funciona relativamente bien. Y si bien estoy consciente de que no es perfecto porque he sido víctima de primera mano de su ineficiencia, sé que está muy bien en comparación con los de otras partes del mundo y que a la larga, en el 98% de los casos, lo terminan tratando a uno. Así mismo, teóricamente, el sistema de contribuyentes/subsidiados tiene sentido. Sin embargo, está claro la cosa no ha funcionado como se pensó inicialmente, y el número de afiliados al régimen subsidiado desborda al número de afiliados al régimen contributivo.

Creo firmemente en que la salud debe ser un servicio universal y público. Aunque no siempre lo preste el Estado, éste debe regularlo y definir un sistema para que todos tengan acceso, incluyendo los que no pueden pagarlo. Sin embargo, esto no significa que sea gratis. El servicio hay que pagarlo de una forma u otra, bien sea a través de IVA, impuesto a la renta, o las contribuciones a la Seguridad Social de los colombianos. Los que pueden pagar tienen que hacerlo. Ya hay mecanismos para que los que tienen salarios variables y ganan menos del mínimo coticen por debajo, pero el problema es que hay que publicarlos y fomentarlos para que la gente lo haga, vea los beneficios de hacerlo y entienda que si no lo hace, el sistema se quiebra.

Segundo, Colombia cuenta con uno de los sistemas de focalización mejor jalados del mundo: el Sisbén. La base de datos del Sisbén tiene información detallada sobre la población más pobre y vulnerable del país para que los programas sociales del Estado sepan en dónde y a quiénes deben otorgarles sus servicios (léase subsidios, asistencia, o lo que sea). Sin embargo, muy pocas entidades utilizan el Sisbén como debe ser, a pesar de que les facilitaría el trabajo. Algunas por pereza y otras por estrategia, prefieren mantener algunos colados en sus listas para no asumir el costo político.

Yo creo que los subsidios y los programas de asistencia son clave para superar la pobreza extrema. De hecho, un estudio liderado por uno de los economistas jóvenes más brillantes que conozco, Roberto Angulo, muestra que el índice de pobreza de Colombia sería un poco más de 14 puntos más alto del actual si no fuera por los programas sociales existentes. Sin embargo, creo que una cosa es otorgar subsidios a las familias en pobreza extrema o en situación de vulnerabilidad y otra es que se le vaya la mano al Gobierno en la "generosidad".

Finalmente, sobre los parafiscales tengo otras dos cosas que decir. Primero, la mayoría de los parafiscales que se pagan en Colombia no se van a la financiación directa de los programas del ICBF y del SENA. La plata recaudada es mucho mayor a lo que están en capacidad de gastarse estas entidades, y el restante termina en TES. Esto es bueno para la política macroeconómica del país, pero malo para los argumentos pro parafiscales. Segundo, aunque todavía no estoy segura de si se deben o no eliminar los parafiscales ya que los argumentos de parte y parte todavía no me han terminado de convencer, sé que el defensor número uno de su eliminación hasta hace unos meses fue Mauricio Santamaría, otro economista brillante que ejerce como Director Adjunto de Fedesarrollo y ahora como asesor económico de la campaña de Juan Manuel Santos. Supongo que ahora que este tema es uno de los caballitos de batalla de la campaña de Santos en contra de Mockus, le habrá tocado a Santamaría desaparecer sus estudios, presentaciones, artículos y comentarios sobre el tema y conseguirse un esferito como el de Men In Black para borrarle la memoria a la gente. Afortunadamente a la mía no han llegado.

Finalmente, y volviendo al tema inicial, a pesar de que Luis Guillermo Vélez me gusta por provocador y pragmático, su entrada me despelucó. El
Juglar del Zipa no hubiera podido describir mi mal genio mejor diciendo algo como "claro como los seguidores de Mockus son mamertos y no entienden, no saben que es neoliberal". Si bien sé que Vélez nunca me va a leer, me gustaría decirle que muchos de los que vamos a votar por Mockus, o por lo menos yo, no somos mamertos, sabemos que Mockus no es mamerto y sobre todo, no somos idiotas. Además, quisiera que también supiera que tampoco es la primera vez que vamos a votar por él.

PD. Lo que me terminó de despelucar es ver que la metáfora del pastor báltico no se le había ocurrido a Vélez solito sino que lo sacó de
The Economist y no le dio crédito.