martes, noviembre 29, 2005

¿Reuniones presidenciales amigables?

Esta fue la respuesta de una importante política colombiana ante la inquietud generada por las compras militares de Venezuela.
Se puede ver en www.thedialogue.org en la edición del Latin America Advisor del Interamerican Dialogue que saldrá mañana:

La pregunta:
Spain and Venezuela on Monday signed a deal under which Venezuela would buy from Spain $1.56 billion worth of military equipment--eight patrol boats and 12 transport aircraft--despite US objections. What is the significance of the arms deal? Are US concerns that the sale could be a "destabilizing factor" in Latin America justified?

La respuesta:
"Hugo Chavez believes that the military support Colombia has received from the US through the Plan Colombia has distorted the delicate regional military balance, alteration which justifies his recent military acquisitions. These acquisitions include not only the 8 patrol boats and the 12 transport aircrafts purchased from Spain, but also 100,000 AK 103 standard and AK 104 compact rifles—rifles that, coincidentally, happen to use the same ammunition as the FARC—, 40 Russian military helicopters, and 12 Super Tucan airplanes from Brazil, among others. However, the truth is that the money from Plan Colombia, regardless of what many believe, cannot be destined to buy military equipment and can only be used on foot operations against drug traffic and on counterinsurgency.
Experts say that Chavez’s attitude is very aggressive and could lead to a regional arms race featuring Venezuela and Colombia, but the truth is Colombia is absolutely overwhelmed by its internal problems and does not have the resources to respond to Chavez’s purchases should there be a bellicose attitude on his part. However, Chavez’s and Uribe’s recent encounters have been very friendly, and this scenario is very unlikely.
Nonetheless, both governments should work in the development of measures in order to strengthen mutual trust, such as the participation of a third party in order to control the final destination of the new military equipment and of the ammunition designed for the AK rifles to avoid that these end up in the wrong hands outside of the institutional public forces. Additionally, it would be very valuable if both presidents publicly state that the development of an arms race between Colombia and Venezuela is not possible, since there is nothing more inconvenient than an armed conflict between these two countries."

miércoles, noviembre 23, 2005

Paranoia self destroyal

Mi mamá cada vez que está medio chistosa y alguno de sus hijos está en medio de una cantaleta tremenda sobre como a. el profesor se la tiene montada, b. el jefe se la tiene montada, c. cree que el novio/a le está poniendo los cachos o d. cualquier situación que genere preocupación o angustia sin fundamentos, dice medio cantando y toteada de la risa: "paranoia self destroyal". No he logrado saber muy bien si la frase viene de una balada pop de los ochenta, o de alguna canción de un pasado rockero oscuro de mi mamá que dudo que haya existido. En todo caso, es una frase chistosa, tipicamente mi mamá, que además resulta muy cierta.

Los últimos quince días estuve haciendo una investigación pequeña pero profunda sobre las tenciones entre Venezuela y Colombia en aras de definir medidas de confianza mutua para que por cuenta de los egos de dos egomaniacos, Hugo y Álvaro, no terminemos en una guerra tremenda. No estoy revelando secretos de estado porque toda esta información se puede encontrar en www.siris.com, entidad ante la que todos los gobiernos deben declarar sus compras militares y además, todos estos datos y más fueron publicadas en un foro el viernes pasado.

En todo caso, me enteré que Hugo compró el año pasado 100,000 fusiles AK 103 y 104 rusos (me sé de memoria la referencia y soy de las que digo que los carros son rojos o negros y grandes o chiquitos porque la noticia me impactó muchísimo) para su ejército de 35,000 personas. Lo grave de esto, es que estos fusiles son absolutamente obsoletos y nadie los quiere comprar por que ya no se usan: Chávez le hizo un inmenso favor a los rusos y una pésima compra para los venezolanos. Así mismo, estos fusiles utilizan unas balas que no "impactan" como las que aprueba el derecho internacional humanitario, sino que "explotan" y de hecho, están prohibidas por muchos tratados. Lo peor sin embargo, es que son exactamente los mismos fusiles que usan las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.

La principal ventaja que tiene el ejército colombiano sobre la guerrilla es que ésta última tiene una escasez de municiones. Ahora Chávez podrá producir balas legalmente para 100,000 fusiles, de los cuales solo utiliza 35,000 (al menos de que agrande el ejército en un mes o le asigne 2.85 fusiles a cada soldado). Así mismo, Chávez tiene un argumento tremendo para justificar sus recientes compras militares que incluyen muchos otros juguetes rusos, israelis y españoles: el Plan Colombia creo un desbalance militar a nivel regional, ya que Colombia ahora cuenta con el apoyo de Estados Unidos y por lo tanto, Venezuela tiene el derecho de armarse para volver a recuperar este precario balance.

Lo peor es que, conociendo la susceptibilidad del enorme ego que se esconde dentro de los huesitos y carnecita de nuestro presidente, y la desbordante creatividad de Chávez, hay razones de peso para preocuparse ¿o simplemente es una situación de paranoia self destroyal?

lunes, noviembre 21, 2005

La vida narrada

Últimamente me ha pasado algo que me tiene francamente preocupada porque me está desconectando totalmente de la realidad. No sé muy bien si se debe a mi obsesión de hace un año de leer memorias y autobiografías, o si tiene algo que ver con el blog, o si es una fijación narrativa--en lugar de una oral--o si simplemente, me estoy volviendo psicótica . En todo caso, estoy viviendo mi vida como una gran narración. Cuando me sucede algo que creo digno de ser compartido con alguien más empiezo a rodar la película de lo que me está sucediendo: pienso las cosas como si las fuera a escribir o si las estuviera escribiendo.

El viernes pasado fui con el hermano de A., de doce años, a un concierto de Hip Hop. R--el hermanito--llevaba recogiendo tapas de cocacola desde hacía meses porque quería ir a ver a Fergie cantar "shut up, just shut up" y como el pobre tiene la maldición de ser hijo de papás mayores--para que dimensionen las edades, A. tiene 30--, iba a terminar perdiendo las boletas porque nadie lo quería acompañar y no había chance de que fuera solo. Yo decidí acompañarlo en parte, porque entendía perfectamente lo que estaba sintiendo R., porque sabía el esfuerzo que había hecho para conseguir las 1000 tapas y porque en el fondo, quería ser la cuñada chévere que lo llevó a su primer concierto.

R. no habla mucho, pero fuimos con su amigo S. que no se calló durante todo el tiempo. Me enteré quien era el pervertido de 6B, el que más levantaba de 7A y que en el colegio a todo el mundo le gustaba la Crush de uva, por lo que había sido imposible conseguir las tapas de Cocacola Clásica.

Para ser honesta, me sentí terriblemente vieja y en lugar de sentirme como la cuñada chévere, me sentí como la cuñada que quería ser chévere, o peor, como la que se creía chévere. En ese momento tenía unas ganas grandísimas de escribir sobre todo lo que pasó porque en medio de todo, la situación me resultaba absurda y demasiado cómica. Así que todo lo que sucedió de ahí en adelante fue una gran narración. Incluso, tenía las frases perfectas para contar todo lo que pasó, lo que sentí y lo que hicimos y que se me olvidaron como mi primer pensamiento después de brincar como una loca y mostrarles a R y S que sabía chiflar durísimo, y contarles que cuando yo tenía 12 años, también bailaba SKA. Me acordé que mi primer concierto fue una experiencia inolvidable y que además ese día había cogido el pick de Cerati y lo había visto en primera fila y que ese día también hubiera querido escribir todo lo que pasaba.

Sin embargo, también tengo ganas de narrar las cosas cuando camino a la casa de mis papás a almorzar, o cuando cocino pasta, o cuando A. esta viendo un partido de futbol y yo quiero interesarme pero simplemente no puedo.

Creo que voy a tener que andar con una grabadora para que no se escapen todas las frases que se me ocurren. Además, creo que sería una forma perfecta de darme cuenta que los párrafos que construyo en las 10 cuadras que hay de Corficaldas a la Quebrada la Vieja (es decir de la oficina a donde mis papás) no valen la pena y que es mejor olvidarlos.

Lo que me aterra realmente es que terminé, en lugar de viviendo la vida, narrándola. ¿O narrar puede ser una forma de vivir?

miércoles, noviembre 16, 2005

Destino comercial trágico

Hace un par de meses, haciendo una investigación sobre el comercio de Colombia a México, me encontré con una cita absolutamente fantástica. Se me había olvidado que existía a pesar de que la tenía en un papelito pegada en mi escritorio. Hoy, a raíz de las tensiones entre México y Venezuela, la bocota de Chávez y el honor vaquero de Fox y de la incertidumbre del porvenir del G3, me acordé del papelito:

"Como el amor ideal, pero prohibido de sus telenovelas, el mercado mexicano se asoma como un destino comercial trágico"

No me acuerdo de donde la saqué, pero creo que fue de un informe de un alto funcionario del Banco Central de Chile. Que lujo un economista con sentido del humor.

domingo, noviembre 13, 2005

Historia de Cartagena

A. nació en Cartagena y en su casa en Bogotá, cuando no hay posta negra y arroz con coco, se sirve un ajiaco delicioso con un extraño sabor costeño: la máxima expresión de las tradiciones cartacachacas.

A mí me encanta Cartagena. En parte, porque pasé muchas vacaciones en una casa en bellísimo San Diego y vi el barrio transformarse de un lugar residencial y tranquilo (yo jugaba futbol en la calle Tumbamuertos, al pie de la plaza, con mis primos y todos los de la cuadra) al lugar play de la ciudad, desplazando a los niñitos que andaban enpandillados y a los estudiantes de la Escuela de Bellas Artes que formaban tremendas tertulias sentados en los andenes de la Plaza. Yo, en un ejercicio bastante infértil, todavía trato de buscarle el sabor bohemio, residencial y mágico que tenía el barrio y que me fascinaba cuando chiquita.

Por eso me encanta ir a Cartagena en octubre cuando no está pasando nada, los restaurantes elegantes se ven vacíos, las tiendas de las esquinas llenas y los taxistas se quejan porque no hay turistas. Me encantan los solfeos desafinados que salen de la Escuela de Bellas Artes que suenan a lo que debería sonar una universidad cubana en la que a pesar del sopor del medio día, la gente practica escalas rigurosamente en un clarinete destartalado con pajillas viejas.

Tengo que confesar sin embargo, que también me gusta ir a Cartagena en diciembre porque es otra ciudad y porque la gente camina elegantísima por la calle y va a tomarse "drinks" en una parte, a cenar a otro lugar, y la gente que toca se mezcla con la gente que toca. Yo, con toda la arrogancia del mundo, los miro pasar desde el balcón de la casa de Tumbamuertos y voy a las fiestas a las que me invitan en tono de experimento antropológico. Aunque a veces me divierto enormemente tomando "drinks" y cenando (ojo, vs. tomarse algo y comer) y me visto bonito para pasear a las seis de la tarde por la ciudad vieja.

En fin, el verdadero propósito de esta entrada es que me tiene enormemente preocupada çque no exista una historia social de Cartagena siglo XX bien hecha. Los colonialistas identificaron procesos sociales de enorme complejidad que se estaban llevando a cabo en este intrigante puerto, que involucraban a los esclavizados africanos y todos sus matices, a los portugueses-judíos-conversos, a los oficiales españoles y a los inmigrantes que necesariamente llegan a los puertos. Por otra parte, las personas que estudian la historia de Cartagena del siglo XIX han tratado de dilucidar que sucedió con este caldo de humanidad en los comienzos de la república con algo de éxito. El problema radica en que la historiografía social de Cartagena saltó de Alfonso Múnera al vacío, aterrizando temporalmente en el trabajo de Eduardo Posada Carbó sobre el Caribe, que es excelente pero es sobre todo económico.

Es fundamental estudiar la historia sociald y cultural de Cartagena del siglo XX porque creo que es la única forma de comprender la terrible situación de los barrrios marginales cartageneros que tienen poco que ver con mi San Diego mítico. Ahora, que estoy terminando mi tesis de maestría sobre los inmigrantes sirios y libaneses a Cartagena a principios de siglo, me voy a poner a recopilar documentos y a comenzar a pensar sobre la historia social de Cartagena para ver si me aventuro en este proyecto. Quiero ver que pasó con todos los procesos sociales que comenzaron con la conquista y sobre todo, quiero ver cuales son las posibilidades de la ciudad. Un proyecto ambicioso, pero necesario. Escribo este blog porque sé que me leen algunos colegas historiadores y quiero saber sus sugerencias y opiniones anónimas. Al fin y al cabo, si voy a ser cartacachaca por adopción, pues hay que hacerle honor a los orígenes.

sábado, noviembre 12, 2005

Delirios Femeninos 2: La guerra contra la perfección

Cuando anuncié que iba a escribir sobre esa capacidad de las mujeres de sobredimiensionar las cosas, un amigo, JP., dijo con gran sabiduría, "Cristina, eso se lo inventaron hace rato, se llama joder". A. saltó inmediatamente y dijo "Es que las mujeres SON (con el son más definitivo que he oído jamás) cantaletudas." Después siguió una larga conversación sobre la cantaleta e incluso alguién soltó un par de referencias literarias.

Por la noche, cuando se fue todo el mundo y A. se durmió, me puse a pensar sobre la comida, sobre lo que había pasado, sobre las conversaciones que tuvimos y sobre los delirios femeninos y me di cuenta de una cosa horrible. El peor delirio femenino es el afán de perfección. Mi suegro, J, que es un tipo sensacional, me dijo un día hablando sobre mi tesis "Belleza nocturna (y así me dice en verdad) es que lo perfecto es enemigo de lo bueno." Yo no le paré bolas porque estaba en medio de una cantaleta tremenda sobre la directora de tesis, lo vaga que había sido los últimos meses, como no tenía un minuto para hacer nada, etc, etc. Pero últimamente han sucedido cosas que me han hecho recordar el dicho de J. Las mujeres, además de joder, tenemos una capacidad enorme para "darnos palo". En otras palabras, tenemos un afán de perfección que no logro entender. Por tratar de "ser perfecta" se le olvida a uno que lo importante es ser feliz.

He visto muchas mujeres, incluyendome a mí, hacerse un daño enorme en el camino suicida a la perfección. Mujeres bellísimas, brillantes, exitosas y amorosas que duran 15 años más de matrimonio de lo que deberían porque por supuesto, divorciarse no está dentro del marco de lo perfecto. Mujeres inteligentes y generalmente sensatas que deliberadamente deciden dejar de comer para tratar de parecer algo que no son. Mujeres que hacen cosas que no quieren hacer porque están preocupadas por lo que dirán los demás. Mujeres que, por alejarse de los modelos anticuados impuestos por sus madres amas de casa, creen que llegar a las once de la noche a la casa de la oficina todos los días las hace admirables, o mujeres que efectivamente siguen los modelos impuestos por sus madres anticuadas. En general, mujeres que debido al afán de reconocimiento tan apremiante que sienten, hacen cosas que las alejan cada vez más de la felicidad en aras de la perfección.

Por eso, quiero declararle la guerra a la perfección. Como bien lo dijo J., lo perfecto es enemigo de lo bueno. Y como yo lo voy a decir de ahora en adelante, la perfección es enemiga de la felicidad. Hay que hacer las cosas bien, de eso no hay duda, y ante todo, como lo he dicho antes, hay que hacer lo que se nos de la gana, procurando no hacerle daño a los demás, por supuesto. Sobre todo, no hay que demostrarle nada a nadie.

Delirios Femeninos 1: La cantaleta y las ganas de joder

Hace poco durante una comida en mi casa anuncié que iba a escribir un blog sobre un delirio tipicamente femenino: la capacidad de convertir las nimiedades más pequeñas en enormes problemas, o en su defecto, en temas de gran importancia de los que hay que hablar todo el tiempo. Un caso típico, que pensé que nunca me iba a suceder, es el de las medias veladas. Las medias se rompen todo el tiempo. Se van, como dice las secretarias. Y efectivamente parece que se fueran como los fugitivos más habiles. Hay grandes enemigos de las medias veladas. El primero son los anillos, y como todAs recordamos de clase de química, el diamante es el mineral más fuerte y puede con todo. El segundo es por supuesto las cremalleras de las botas. Con simplemente cruzar la pierna ya se te "va" la media. El último es el velcro, que es el némesis de todas las cosas bonitas y como su naturaleza lo índica, se pega en todas partes, desde la cola de caballo, hasta el tapete (quedando lleno de motas y pelo) hasta las pañoletas de seda y por supuesto las medias veladas. Tengo una enorme teoría sobre las medias veladas. Incluye además alusiones a la objetivización de la mujer, los símbolos de poder, el capital simbólico y un enorme contenido financiero (aunque decidí que no voy a comprar más medias italianas hasta que me dupliquen el sueldo) entre otros temas. Es el ejemplo perfecto de como, sin quererlo y siendo la odiadora número uno de las mujeres histéricas, convertí un tema tontísimo en algo de lo que podría hablar horas. Hasta me parece poética la idea de que las medias se puedan "ir".

lunes, noviembre 07, 2005

Recuerdos apropiados

Siempre me ha dado un poco de vergüenza mi infancia asquerosamente burguesa. Fui absolutamente feliz y crecí en una familia hermosa, unida y amorosa y no sé muy bien porque tendría que censurar muchos de mis recuerdos y vivencias para adaptarme a mis alrededores, sobre todo, a mis compañeros de universidad y de trabajo. Pero la verdad es que muchos de mis recuerdos de niñez están íntimamente ligados al apartamento de mis abuelos en Nueva York, a la casona colonial en la sabana de Bogotá en la que pasé casi todos los fines de mi vida y están llenos de paseos a caballo, viajes de exploración a las fincas vecinas con mis primos y del maravilloso sentido del humor de mis abuelos y mis tíos.
Hace poco leí las memorias de uno de mis personajes favoritos del mundo, Edward Said. No voy a comentar todo sobre Fuera de lugar, que por lo demás, se lo recomiendo a todo el mundo, porque no viene al caso. Sin embargo, me sorprendió como cuenta su suculenta infancia que transcurrió entre El Cairo y el Líbano y como sus recuerdos están llenos de juegos de tennis, colegios privados bilingües y sobre todo, como su familia logró vivir una vida americano-palestina estando en Egipto en el exilio. También me hizo acordarme de las memorias de Nabokov, Speak Memory, llenas de sirvientes, clubes y aristocracia rusa. Nabokov era tan “pupi” que financió su vida en Estados Unidos dando clases de tennis, reavivando su rancio abolengo. Mi infancia tampoco fue así de exuberante, ni soy noble, ni tuve que vivir en el exilio, ni de ninguna manera me estoy comparando con estos dos superhéroes de las letras, pero sí me recordó que uno no tiene que tener un padre abusivo y violento, una madre histérica, una hermanita que se murió de tisis a los 7 años o haber tenido que comer sopa de papel periódico para que sus anécdotas sean interesantes.
Quería escribir este blog, en parte, para exorcizar esta tonta pena, y en parte, porque el sábado pasado tuve una conversación con mi hermano P. que tenía que compartir y había que contextualizarla. Estábamos sentados en el comedor de la finca de mi familia en la sabana. Yo estaba maldiciendo porque no he terminado mi tesis de maestría y tenía veinte libros abiertos, el computador prendido y cero inspiración, P. estaba tratando de lidiar con un programa sofisticadísimo para hacer modelos económicos, C. estaba tratando de entender cálculo An. (la novia de P.) haciendo planas y A. furioso porque todos estábamos trabajando. De repente, P. decidió poner música francesa y con su “enorme gracia” (mide 1,85 m, voz gruesa y manos de raqueta), se puso a cantar--y a bailar--“La vie en rose” con todo el entusiasmo del mundo. Lo que más me sorprendió es que se la supiera toda. Y en francés. Acto seguido se sentó y me preguntó con tono de hermano: “Cristina, se acuerda cuando estábamos en Nueva York que salimos a comer un helado ahí en la 52 con 3, donde quedaba el Haagen Dasz y pasó un tipo corriendo (en verdad dijo frolicking, porque es era la palabra adecuada y tengo que confesar a veces hablo en spanglish con mis hermanos) y brincó en frente de nosotros, haciendo una cabriola, ¿así se dice no?” P. siguió echando el cuento “lo más chistoso fue que nosotros nos quedamos quietos, con el cono en la mano mirándonos al borde de un ataque de risa y el man llegó a la esquina de la cuadra, se devolvió y nos dijo: “I’m sorry, but I’m just so very happy!” y siguió brincando de la felicidad hasta que se perdió entre la gente.”
Todos nos echamos a reír. Yo, para ser honesta, no me acuerdo de que eso hubiera sucedido jamás y estoy casi convencida de que fue un sueño de P. Efectivamente íbamos a comer helado a H.D. todo el tiempo cuando estábamos en NY, incluso en invierno, pero no creo que eso hubiera pasado, sobre todo, en esa manzana tan residencial y tan clase-media-alta-yuppi-y-mamá-con-niñito. Sin embargo, el cuento me pareció tan hermoso que lo adopté como uno de mis recuerdos. De hecho, les puedo afirmar que el tipo tenía puestos unos jeans “stoned washed” y una camiseta grande metida entre los pantalones (era 1990). Ese día además, estaba haciendo un sol hermoso y el helado que nos estábamos comiendo era de frambuesa.

jueves, noviembre 03, 2005

Estados fracasados

Hay un concepto con el que tengo que lidiar en mi trabajo que francamente me aterra y es el de estado fallido, o “failed state”. Además de su enorme trascendencia y al margen de su utilización en las reuniones de los y las plumas blancas de los organismos multilaterales, de las cumbres y los foros que están tan de moda en las últimas semanas, es un concepto supremamente triste. Es la idea de un Estado que se rajó, de un estado regañado. Que no logró cumplir con los objetivos de desarrollo y con los estándares impuestos por los Estados que son exitosos. Y lo peor, es que a pesar de que un estado sea declarado pública y globalmente como un fracaso, sigue siendo un estado con mandatarios, instituciones y organizaciones y sobre todo, con gente. Gente que además no va a dejar de sentir hambre, de enfermarse, de sentir tristeza, desolación y desasosiego. Pero también de gente que sigue soñando, cuyos corazones palpitan, y que no necesariamente fracasa porque así lo definió un grupo de “expertos” reunidos en Nueva York, porque realmente, les importa poco lo que tengan que decir (y viceversa, desafortunadamente).

La idea del “estado regañado” es una apreciación bastante ingenua a un problema supremamente grave, pero les cuento que llevo todo el día escribiendo sobre estados fallidos y estados al borde del fracaso y estoy muerta de la tristeza. Pobrecitos los estados fallidos.

Degradé

Desde mi oficina se ve el cielo bogotano en un aterrador degradé. Desde los cerros nor-orientales en el que en los días soleados se ve claramente el cielo azul con hermosas nubes blancas, hasta el sur-occidente, donde el cielo se ve del color del agua sucia, pesado, triste y cansado.

miércoles, noviembre 02, 2005

¿Vale la pena preguntarse por dios?

Al fin nunca pude terminar la reflexión sobre por qué creer en dios hoy en día ya que la conferencia para la cual la estaba preparando fue cancelada en el último minuto. Siempre hay cosas más importantes que hacer; en el mundo se manejan unas prioridades complicadísimas que no he logrado comprender del todo. Sin embargo, sí tuve tiempo para pensar en la pregunta y para leer sobre el tema. Después de dar vueltas, decidí que Descartes, con su famosísima premisa “pienso, luego existo” era el candidato perfecto para sustentar la conferencia, sobre todo, por que la argumentación es perfecta. Espléndida, diría una amiga de un amigo. De todas formas, a pesar de ser perfecta, para mí gusto, asimila vertiginosamente los conceptos de dios y de verdad, casi como si fueran lo mismo (¿y lo son?): "que son verdaderas todas las cosas que concebimos muy clara y muy distintamente, no está garantizado más que a causa de dios es o existe, que es un ente perfecto y que todo cuanto hay en nosotros viene de él. De donde se sigue que nuestras ideas o nociones, siendo cosas reales, y que vienen de Dios en cuanto son claras y distintas, no pueden ser en eso sino verdaderas." (Discurso del Método, no me acuerdo la página exacta)

Personalmente, me gusta la explicación de Unamuno, la de Manuel Santo y Mártir, creo que dios juega un papel social importantísimo de cohesión, de seguridad, de poder, casi como un mandatario global sin problemas de gobernabilidad o representatividad, aparte, por supuesto, de todos los problemas de la Iglesia como tal. Lo importante, sin embargo, no es necesariamente cual aproximación satisfizo mi necesidad de argumentar una idea para una conferencia académica que pretendía ser multicultural y todo el rollo y en la que sentaron en un panel a cuatro machos, blancos, católicos, con una representante de las comunidades indígenas, porque vivimos en un país multicultural. Lo importante, para mí, por supuesto, es que cada vez más me estoy dando cuenta que tengo una formación asquerosamente moderna…moderna, en el sentido estricto de la palabra. No me gustan los rollos esotéricos ni los videos trascendentales, y eso que soy historiadora y debería tener algún tipo de fetiche con el tiempo; con el pasado y el futuro. No creo en el Feng Shui ni el I Ching y solo leo el tarot de Mavé porque es una escritora fantástica. Creo firmemente que cada uno tiene el derecho de hacer lo que se le de la gana, con tal de que esté conciente de las consecuencias de todos sus actos y por eso precisamente, no me gustan las drogas—aunque estaría a favor de la despenalización de éstas— precisamente porque no estoy dispuesta a financiar una guerra sucia que desangra todo un país. Creo que mi pensamiento es moderno porque no me gustan los discursos y me gusta el rigor. Creo en el canón. Creo que hay cosas importantes y creo que todo hay que ponerlo en su justa dimensión. Creo, también, que a veces soy más goda de lo que me gustaría, a pesar de que sigue sin gustarme Uribe. Finalmente, creo que yo no soy la persona para decirle a las personas porqué creer en dios, ya que, sobre todo, creo que cada cual tiene el derecho de pensar lo que se le de la gana.