martes, marzo 24, 2009

Don Chaid Neme

Hay pocas personas en el mundo que se merecen los títulos que ostentan. Hay pocos verdaderos doctores, profesores, señoras, señores, doñas y dones. Chaid Neme era una de esas pocas personas a las que nunca me hubiera podido referir sin decirle don. Porque era un Don de verdad. Una persona que trabajó incansablemente por el país con la inmensa generosidad de las personas grandes que no tienen que ser modestas porque hasta tienen permiso de recordar todos sus logros.
El último capítulo de mi tesis de maestría--que está guardada en un cajón desde hace cuatro años esperando a que me reconcilie con la historia--está dedicado a don Chaid. A partir de un memorable almuerzo al que me invitó su sobrina-nieta hace años, en los que me echó su cuento--ensayado millones de veces--sobre su llegada a Ocaña, sobre los comienzos de su empresa, sobre los descalabros y sobre los muchos éxitos que cosechó. Su historia era el mapa de su vida y la máxima expresión del sueño que trajo a los inmigrantes libaneses que llegaron al país a principios de siglo.
Lo triste es que lo único con lo que no me había peleado de mi tesis era con las páginas que le había dedicado a don Chaid y no alcancé a escribir nada cuándo estaba vivo.
Le debo a Rhanda ponerme juiciosa y sacar un artículo conmemorativo de su tío. Comenzará así:

La memoria funciona como un mapa del pasado: ambos son abstracciones, selecciones, adaptaciones y representaciones. Mientras un mapa nos permite movernos por un terriotiro, la memoria nos permite movernos por el pasado y por nuestros recuerdos, haciendo saltos impensables entre uno y otro, permitiéndonos adaptar y transformar ese pasado según las inquietudes del presente.
Don Chaid Neme, quien después de setenta años de vivir en Colombia sigue teniendo un pequeño dejo al hablar el español, sobre todo a la hora de pronunciar la "p" y la "v", es la memoria viva y el abuelo de los inmigrantes libaneses en Colombia. Don Chaid, dueño de la empresa más grande de producción e importación de autopartes del país, se ha convertido en una institución de la historia empresarial colombiana. Él se acuerda de todo y lo que no recuerda, simplemente no pasó. Después de haber contado la historia de su llegada al país millones de veces, don Chaid simplemente pone "rewind" y "play", repitiendo incluso los mismos chistes y ademanes: "Yo salí para América el 20 de mayo de 1927, el mismo día que Lindbergh emprendió vuelo para atravesar el Atlántico en avión por primera vez en la historia, él se demoró 33 horas y media, yo me domoré 72 días."
Hacer que don Chaid conteste una pregunta es una proeza titánica: simplememte las despacha con una afirmación irrefutable. Él está contando las cosas importantes que pasaron, las otras, simplemente no vienen al caso. Por ejemplo, al preguntarle sobre su relación con la élite ocañera y sobre los problemas que pudo haber afrontado como inmigrante, él responde: "el 95%, no, el 99% de las personas que viven en América son inmigrantes, yo soy un inmigrante más."
Don Chaid recuerda el maravilloso trato que le dieron los ocañeros al llegar a la ciudad, "cuando llegué a Ocaña, no encontré un pueblo, encontré una familia" y por eso, decidió quedarse.