Una de mis amigas más cercanas, D, me acusó hace poco de ser una “overachiever” (no encontré ninguna traducción aceptable en español y por eso se fue en inglés). A pesar de que lo dijo con mucho cariño, y de que claramente no era una acusación sino un piropo extraño, no se dio cuenta de la angustia que me generó este comentario. Lo único que me provocó fue salir corriendo a otro país que quedara tan lejos que lo que yo había hecho en la vida y lo que había dejado de hacer no significara nada.
Contabilicé 1909 cosas relevantes en mi vida: 27 años, 172 centímetros de estatura, 1 amor, 4 años de matrimonio, 1 hija de 9 meses, 1 carrera, 1 maestría, 1 tesis guardada en un cajón con 136 páginas (incluyendo anexos), 1 artículo publicado en 1 libro del que salieron 800 ejemplares (que no leerá nadie), 5 kilos de peso que quisiera perder, 12 sueldos al año, 5 años de experiencia profesional, 15 matas de orquídeas en 1 balcón, 1 blog con 53 entradas y casi 4 años al aire, 20 árboles sembrados, 17 cicatrices que se ven, 5 libros en mi mesa de noche que no he terminado, 2 hermanos, 3 cuñados, 21 primos, 1 puerta roja, 13 pares de zapatos en el closet, más o menos 7 amigos del alma, unos 40 cercanos y 482 contactos en Facebook, sólo 45 en Asmallworld.
De ese total tengo que restar por supuesto el tiempo en que pienso en las cosas que no hice, 732 horas; en el que me arrepiento de las cosas que hice, 67 horas; los kilómetros que me faltan por recorrer 1,000,000; las luchas que tendré que dar, las canas que me faltan por salir, lo que no ha salido bien y las 10,999 cosas que no se me han ocurrido más las 10 billones que nunca se me ocurrirán, para un saldo evidentemente negativo.
La conclusión de este estúpido listado, que parece un poema de agenda—y de los malos—es que cada vida se mide desde su propia perspectiva. No significa nada. Probablemente, la acusación de D venía más de sus propias angustias que de la percepción real sobre mi vida. Lo único que tendría que decirle es que dentro de mis cuentas están las miles de veces en las que pensé que tal vez debí hacer las cosas de otra manera y el terror de estar perdiendo el tiempo en cosas que realmente no importan.