Hace una semana, organizamos una brigada para recoger útiles para una fundación y un colegio. Éramos veinte desconocidos que logramos recoger más de 5000 cosas. Me he tomado cafés con twitteros que no conocía y he hecho amigos del alma. Gente valiosa e increíble.
He hablado de impuestos, de teoría de la firma y de doctorados con @pabloabitbol y con un esquivo twittero que cambia de nick todos los días, de música y de trabajar con el Estado con @guerrapau, de amigos en común de la vida real con @apelaez1, de postcolombianidad con @juglardelzipa, he jugado futbol con @apartamento202, he cuadrado montadas en bicicleta que no han tenido éxito con @asmodeo_, he coqueteado con @sisiforoca (y estoy convencida de que tiene 85 años) y con @retrechera (que es una chica), le he dado consejos del corazón a @felipe_londov y otros tantos me han dado consejos del corazón a mí. Y bueno, nunca he encontrado otra cosa que gente muy buena onda. Incluso, algún día @juglardelzipa escribió que podía confiar más en la gente que conocía en Twitter que la que conocía en la vida real y yo coincidí con él absolutamente.
Y bueno, creo que parte de la gracia de Twitter es que está basada en la transparencia. Cada uno pone lo que se le da la gana y cada uno lee lo que se le da la gana. Uno pone cosas de la vida real, cosas que quiere compartir, cosas que se inventó. Escribe cuenticos, comparte ideas, mama gallo, contribuye al debate, etc.
Sin embargo, hace un par de días una persona (de más de 1100 que leen las bobadas que escribo) me amargó para siempre mi vida 2,0. Yo, que a pesar de ser bastante racional, logré que este (o esta) troll me rallara para siempre. Lo bloquée. Le puse candado a mi cuenta. Se lo quité. Ahora quiero volvérselo a poner. Quise cerrar Twitter. Después quise contestarle pero decidí que lo mejor era no hacerlo. Borré todo lo que esa persona había retwitteado, quité todo lo que pudiera parecer medianamente personal, cualquier alusión a mi familia y todos los trinos sugestivos que había escrito. Y me amargó. Y me jodió. Y sobre todo, me dañó el juego.
Si su objetivo, querido troll, era intimidarme, lo logró. Muchas gracias.
Disclaimer: Querido troll, sí, efectivamente amo a Claude Ménard. Y no, Claude Ménard no es mi amante.
2 comentarios:
Twitter es divertido porque en el fondo es como la vida misma. Y la vida misma sería demasiado aburrida si todo fuera felicidad y tranquilidad. Como en la vida, en Twitter también pasan esas cosas.
Uhmmm pero no te dejes amargar por esos trolls, es fuerte quien no se deja intimidar.
Me alegra saber que estas escribiendo mas seguido en tu blog.
Espero todo este marchando super bien.
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