El año pasado conocí una mujer increíble: Margalit Mokyr. Debería haberme más emocionado haber conocido a su marido, una de las eminencias de la historia económica, pero conocer a Margalit fue uno de los mejores momentos del sonso 2014. Mi tarea era entretenerla mientras su marido estaba dictando conferencias y no me arrepentí ni un minuto de haberme perdido las charlas magistrales. Margalit se abrió campo en la bioquímica en un momento en el que todas las puertas estaban cerradas para las mujeres. Trabajó mucho y llegó a ser una eminencia en su campo. Me contó que el punto álgido de su carrera había sido cuando se había dado cuenta de que tenía las mismas publicaciones que los profesores con los que trabajaba y que estaba rumbo a estancarse en la posición de "glorified technician". Ahí decidió hacer su doctorado, que sacó en menos de dos años y dedicarse después a ser colega y después jefe de los hombres con los que había trabajado.
Cuando la conocí estaba esperando a Julia. Invité a Margalit a pasear por la Candelaria y le mostré todas las cosas que me gustaban. De todas las frases maravillosas que me dijo durante nuestras charlas y caminatas por Bogotá en los días hay una que me está resonando en la cabeza mientras empaco el pinche extractor de leche materna con la lonchera correspondiente y las pilas recién sacadas del congelador para que no se dañe el producto, junto con los libros, el computador, los documentos que no he leído, los marcadores de todos los colores para el tablero, la billetera y el carné de la universidad: "Darling, who has time for breastfeeding when you have a career?" Claramente es un consejo que no seguiré, pero cómo me gustaría tener la frescura y la claridad para saber que no puedo hacer todo a la vez. Menos expectativas por un lado para mantener las del otro. Y para entender que la "Sinfonía de Julia" no es la mejor música de fondo para escribir. Ay.
jueves, enero 22, 2015
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