Hace ocho años mi mamá decidió dejar de lado su vida de ejecutiva exitosa porque quería ser profesora. Dejó el sastre, la cartera y el sueldo decente y comenzó de ceros a estudiar historia para después hacer una maestría en educación y llegar finalmente a su objetivo: el colegio. En un par de años la nombraron directora académica del colegio donde comenzó a trabajar y le tocó preocuparse no solo por sus clases de sociales a adolescentes, sino también por el bienestar de todos los niños del colegio-de kinder hasta once.
Mi mamá no es exactamente la profesora excesivamente tierna y que habla con diminutivos. Ella se enamora de sus estudiantes, pero les dice "chinos maricas" y tiene el caracter perfecto que hace que los 200 niños del colegio tengan la confianza para hacer guerra de boñiga en el recreo con ella y hacerle maldades como robarle la cocacola (elixir fundamental para que su cerebro funcione) o la hagan firmar pactos en los que si la niña más vaga del curso entrega todas las tareas durante un semestre le toca pintarse el pelo de rosado (esto pasó, la niña entregó todas sus tareas y mi mamá se pintó el pelo de fucsia), pero a la vez, se empalidezcan del susto cuando está brava y sigan las órdenes que da al pie de la letra.
Sin embargo, a pesar de su caracter particular, estar rodeada de profesoras de preescolar ha tenido algún tipo de influencia. Hoy, durante el almuerzo familiar, nos estaba contando una historia que la tenía muy preocupada. Un niñito de primero de primaria (7 años) estaba teniendo muchos problemas porque estaba haciendo brotes psicóticos y nos contó su historia de la siguiente manera: "El chiquito estaba almorzando y decidió meterse el cuchillo dentro de la botica de caucho. En la mitad de la ruta de regreso a las casas, el niñito sacó el cuchillo de su botica y comenzó a atacar a sus compañeritos. Afortunadamente, el chuchillo era romo, porque era uno de los de la cafetería. La monitora no pudo hacer nada, pero una niña de las grandecitas logro cogerle las manitos y quitarle el cuchillo. No le hizo daño a sus compañeritos pero está muy malito, el chiquito."
Los hechos son los siguientes:
El niño es tan chiquito, que todavía lo mandan con botas machita con superman al colegio.
Es tan chiquito que a uno todavía le parece algo "tierno" que se haya metido cualquier cosa en su "botica".
Mi mamá, la de la boñiga y la autoridad total estaba tristísima con el cuento sin saber qué hacer con el niñito.
Sin embargo, ¿el niñito, que se metió el cuchillito en la botica y que después en la rutica del colegio se lo sacó a sus compañeritos, es un futuro asesinito?
A mi me da risa cada vez que me acuerdo del cuento. Una risa un poco macabra y bastante cínica, de un niñito--a loprofecía--que a los 6 años se roba un cuchillo de la cafetería del colegio, lo esconde en sus botas machita y lo saca en la ruta del colegio.
domingo, junio 04, 2006
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3 comentarios:
Quizás se trate de un nuevo emancipador; quizás sea un nuevo prócer o un iluminado que viene a poner la casa en orden.
Hay un cuento de Borges que se sitúa en un futuro distante (¿o no?). Hace mucho que lo leí y no recuerdo bien los detalles, pero era algo así como un momento en el que se habían quemado la mayoría de los libros. Y por ahí quedaba alguno que contaba de Hitler. Aquella sociedad del futuro le rindió homenaje por considerarlo humanista... en fin...
Vi Brazil el otro día, la película de Terry Gilliam. Quedé emocionado y me ha dado una alegría inapelable, a pesar de su final triste y su conclusión desalentada. Supongo que es un retrato que coincide con lo que pienso y de ahí la alegría, que en realidad es una especie de saudade porque de manera simultánea es tristeza.
Hey hey hey cristancha!! que pasa? No hay creatividad este mes? pilas!
este almuerzo ya esta demasiado familiar.. ya cambie el post carajo!!!
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