La semana pasada fui con un amigo a pagar la administración de su casa en la Plaza de Lourdes. Hacer ese tipo de vueltas puede ser lo peor cuando son las de uno, pero me pareció el plan de la vida ir a la hora del almuerzo hasta Chapinero a pagar sus cuentas. Adoré caminar por Quinta Camacho, por la carrera 9 y por la plaza. Incluso tuve ganas de comprar unas piedras que estaba vendiendo un hippie (hace tiempo no usaba esa expresión, pero en mi adolescencia noventera las personas que vendían cueritos, candongas y quarzos eran "hippies", de los de verdad).
Fui feliz almorzando una arepa con todo por 4,600 pesos en el restaurante más elegante de la cuadra, porque el de al lado, vendía almuerzo completo por 3,000 y no tenía luces de neon ni ventanas con pecesitos de plástico que tenían personalidad propia y todo.
jueves, abril 20, 2006
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4 comentarios:
Por curiosidad, que diferencia a un hippie de verdad y uno de mentiras?
Cris, es magnifico recuperar la capacidad de asombrarse y disfrutar cosas tan sencillas. Es como convertir tu ciudad en las mil y una oportunidades para sonreir.
te quiero mucho
I
hey c, abandonaste el blog o que?
Cristina, me encantó tu forma de escribir y de maravillarte acerca de lo futil y lo importante... cuándo vuelvas a escribir?
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