jueves, noviembre 27, 2014

Gente

Me sentaron al lado de una mujer que acababa de tener un bebé, como yo. Era su primera salida de noche desde que había dado a luz y estaba emocionada. Quería hablar de bebés y partos. Yo no tanto, pero igual compartimos historias sobre nuestros hijos. Que los grandes estaban muy grandes, que los colegios y qué cuáles sí y cuáles no. Que los chiquitos divinos, pero que qué cansancio acumulado. Que el de ella comía cada tres horas y la mía cada cuatro. Y le conté, en forma de chiste, que como J había estado 15 días en cuidados intensivos, me la habían entregado ya entrenada en régimen militar. Obviamente le tuve que contar entonces que por qué un bebé que había nacido a término de un embarazo que en general estuvo bien estuvo hospitalizado. Conté la historia de las bacterias sub clínicas, de las infecciones neonatales, de las neumonía, del neumotórax, de todos los tubos, del uno en cien mil, del susto y una versión reducida de las cosas que vivimos como autómatas mientras J se puso muy enferma y después se mejoró. Siguió la conversación. La compañía estaba inmejorable y la copa de vino que me di permiso de tomar estaba deliciosa. Sirvieron la comida. Siguió la conversación. La carne, como estábamos en un restaurante muy refifi estaba un poco cruda, como toca. Deliciosa. Me la estaba comiendo con gusto hasta que la señora que también había tenido bebé me preguntó si estaba amamantando a mi bebé. Le dije que obvio. Me preguntó si no pensaba que estaba un poco cruda y si no me daba miedo. La miré con cara de por qué miedo, no es un steak tartare. Le dije que yo no me estresaba con esas cosas. Que menos lactando. Que el cuento de la carne recocida en el embarazo era más un miedo de gringos y que si uno era prudente y sabía dónde estaba comiendo podía relajarse. Ella me contestó que el pescado también estaba un poco crudo. Le contesté algo parecido que con la carne. Me preguntó si la infección que había tenido Julia no había sido por eso. Que tal vez J se había infectado porque yo comía carne y pescado que no estaban bien cocidos y que ella sí no tomaba esos riesgos.

1 comentario:

JuanDavidVelez dijo...

Hola Cristina, ojalá la niñá se ponga muy bien, seguro que sí.

Ah, por lo del oxigeno te quiero contar de mi hijo, también estuvo con oxigeno en la casa, creo que una semana, cuando tenía un año y medio. No sabemos por qué, los medicos no nos dijeron nada, habría que preguntarle a tu amiga que le pasa. El man no ha pasado un mes de sus tres años y medio sin ir al medico, en cambio la niña en sus seis años ha tenido que ir muy muy poquitas veces donde el medico.
Esa vez del oxigeno me impresionó mucho, ver un niño tan chiquito sufriendo tanto.

El otro problema que tiene es que no sabe hablar, tiene que ir a terapia ocupacional y del lenguaje cada semana, a las dos terapias, la eps lo mandó a ir. Eso fue una lección para mi, porque al principio cuando yo conocí esas terapias pensé "que vagabundería" (terapias de la eps, varios niños al tiempo, 20 minutos), pues resulta que esas terapias le han servido muchisimo y el man cada vez habla más y más y está muy bien. Uno ve esas terapias y piensa "que negocito el de estos manes, que terapias tan malas", pues no, resulta que le han servido mucho.

Los tratamientos del niño empezaron porque yo un día me paniquié viendolo, pensé "le pasa algo, tiene algo", un problema en el desarrollo. Como los medicos de la eps no le veían problema "cada niño tiene su proceso" entonces lo llevé a un pediatra "refifi", yo estaba muy asustado y llamé a mi primo rico a que me recomendara un pediatra, me dijo que el de el era muy bueno, que fuera, afortunadamente lo llevé, que medico tan teso (y tan "refifi"), el man le paró bolas durante toda su consulta carisima de una hora. Nos dijo que lo llevaramos al neurologo "pero a un neurologo bueno, a fulano de tal", yo pensé "los ricos si son excentricos, dizque un neurologo bueno, eso es para hacerle gastar plata a uno", pero nada, lo llevé a ese. Y si hay diferencias entre ellos, la diferencia fundamental es que los neurologos buenos miran al niño con atención toda la consulta, el neurologo que nos tocó en la eps ni lo miró, en serio ni lo miró, fue ahí en el computador y preguntandonos cosas e hizo su diagnostico sin mirar al niño.

Del neurologo bueno pasó una cosa muy charra, todos los examenes que le mandaron salieron buenos (muchos examenes, en serio muchos), el neurologo bueno nos dijo que en todo caso el niño tenía algo, que puede que no muy grave, que el mensaje de alerta era si no progresaba, gracias a mi dios todos los días progresa, pero lo que me pareció charro fue la ciencia "atendamos los examenes", pero nada, los examenes bien. El man lo que nos dijo es que lo que tiene no se puede diagnosticar si no haciendole una biopsia en el cerebro, y que una biopsia en el cerebro no se puede hacer. Lo charro es "atendemos el examen o la intuicion", el man jura que está atendiendo la ciencia, nada, está atendiendo su intuición. Y eso está bien.

El niño ha ido tanto tanto al medico que se porta muy juicioso donde el medico, se para en la bascula y en el metro como diciendole al medico "listo, juguemos a la consulta, a mi me parece bacano".

El niño está muy muy bien y es muy feliz (en serio), las terapias le han servido mucho y ha sido tremenda experiencia tan tesa esa. Obvio preferiria que nunca le hubiera pasado nada, pero ha sido una buena experiencia, un niño viviendo. que hago pues.

Es triste ese momento en que un medico empieza a "latir echado", cuando funciona con el automatico (y eso le pasa incluso al teso yo creo), ojalá uno nunca funcione con el automatico.

Obvio me da pena contar esta historia aquí en público Cristina (en serio me da muchisima pena), pero es que te quería mucho contar, creo que para darte mucho animo con tu hija y para mandarle mucho animo a ella también.

Hay que preguntarle a tu amiga que le pasó al niño esa vez del oxigeno. Que tal vez no esterilizamos el mundo.

Un saludo Cristina, que todo esté muy bien.