Por primera vez en mi vida estoy viviendo en un conjunto residencial. Me tiene fascinada el cuento del interior, la torre, el apartamento y el hecho de tener, no uno, sino ocho porteros con cara de bonachones que se pasean por todo el edificio y me llaman la atención con toda la amabilidad del mundo cuando dejo la puerta de la casa abierta (en la casa de mis papás, la puerta SIEMPRE está abierta, vieja costumbre). En mi edificio llevaron el concepto de colectividad y zonas comunes a su máximo esplendor: hay salón de juegos, parque para niños, gimnasio, sauna, billar y hasta squash, todo con reglamentos específicos diseñados para cada situación. Creo que es el único lugar del mundo donde hay que reservar el salón comunal porque la gente efectivamente usa el salón comunal.
Hay 9 ascensores, uno para cada torre y en todos los ascensores cuelgan un papelito con el nombre de todas las personas que no han pagado la administración. Ya sé, por ejemplo, que mi vecina de al lado, que es una viejita muy querida y que se queja porque "la gente del edificio ya no es lo que era antes" debe tanta plata que entró en "proceso jurídico". Además, hacen fiestas de Halloween, novena para niños, novena para adultos y ofrecen cosas en la cartelera (perrito busca hogar, clases de pintura country, se busca parqueadero sin servidumbre…).
El viernes pasado salí de la oficina en un desencanto total y con la apatía en el máximo nivel fruto de una jefe medio loca y una semana de tres pesos y me monté en el ascensor con computador, una maleta llena de papeles, otra maleta con las cosas del gimnasio y la cartera, a morirme en una esquina mientras llegaba al piso 17 (vivo en el piso 17 y el ascensor es lento, así que siempre tengo un tiempito para maldecir en silencio o para morirme del cansancio mientras llego a la casa).
Conmigo iba una señora cuarentona de sudadera rosada con un caniche con moñito alzado. Durante los primeros 5 pisos me miró con una sonrisita que le devolví a medias. Durante los segundos 3 pisos, la mirada se volvió cómplice y me tocó interesarme. Cuando íbamos en el 10, se atrevió a hablarme y me dijo "Vecina, ¿ya supo?". Yo me emocioné un poquito con que me hubiera dicho “vecina” porque me sentí en una serie familiar nacional de finales de los 90's y le pregunté con genuina curiosidad que qué había pasado. Durante los últimos 7 pisos, porque ella también vive en el 17 aunque no es la que debe plata, me contó la terrible tragedia de la señora del 1004 que se suicidó botándose por la ventana de su apartamento en el décimo piso.
La historia era absolutamente macabra, impresionante y digna de El Espacio, pero yo llegue a contarle a A. que me habían dicho “vecina” en el ascensor. Él me dijo que yo era la propia niñita estrato 8 que era tan ridícula, que le parecía romántico vivir en Pablo VI. A. tenía algo de razón, aunque nunca se lo voy a confesar. Cuando me preguntó que qué me había dicho la "vecina", y que porqué estaba emocionada, le dije indignada que nada había pasado, y con una voz baja subiendo los hombros, le conté sin darle gran importancia que la del piso diez de la torre central, se había botado por la ventana, pero que no era nada.
lunes, marzo 27, 2006
jueves, marzo 23, 2006
De por qué Kalmanovitz no está en el Senado
Obviamente, la última entrada no responde a la pregunta que me hizo Lady Godiva porque la política me está sabiendo un poco a cacho. Mi explicación sobre porqué "El país que soñamos", movimiento político de Enrique Peñalosa, no pasó el umbral es que la nueva reforma política privilegia a los partidos grandes sobre los partidos pequeños.
Un partido como el de la U (que sacó la votación más alta de las elecciones) tenía maquinaria heredada de los partidos tradicionales (candidatos conservadores y liberales, con todo su bagaje político, se unieron a un partido supuestamente nuevo con la idea de plantear una Tercera Vía al estilo inglés.) El partido de la U tenía 100 aspirantes al Senado en una lista con voto preferente. Por mal que le vaya a un candidato determinado, aporta por lo menos 300 votos y muchos pocos suman al umbral del partido y les dan más posibilidades a los candidatos qué sacaron más votos de salir. (En otro blog explicaré con detenimiento el rollo del umbral y la cifra repartidora, aunque me da un poco de hartera.)
Peñalosa, por su parte, tenía una lista cerrada y un listado de aspirantes que no conocía ni su mamá (aparte de él mismo, por supuesto, que era la figura del movimiento.) El único con potencial electoral en esta lista al Senado era el mismo Peñalosa y sus votos no fueron suficientes para cumplir el umbral. En la Cámara les fue mejor, porque por lo menos sacaron una curul (la de David Luna) y casi sacan la segunda (la de Simón Gaviria.) Gracias a todas las señoras bogotanas-countryclunianas que por alguna razón adoran a Luna, el movimiento no perdió la personería jurídica (lo que sí le va a pasar a Mockus).
Yo no sé muy bien si estoy de acuerdo con la reforma política que llevó al cambio de las reglas del juego electoral, o no. Por una parte me parece fundamental fortalecer los partidos políticos, aunque personalmente me siento más identificada con los Visionarios de Antanas, que desafortunadamente no es ni movimiento ni partido después de estas elecciones. Así mismo me encanta que sean cuidadosos (o por lo menos no tan evidentes) con la construcción de sus listas: como los partidos como colectividad están bajo la mira, en estas elecciones expulsaron a algunos de los candidatos “paras” más evidentes. Sin embargo, esta misma reforma llevó a que los colombianos perdiéramos la oportunidad de tener gente brillante en el Congreso como Salomón Kalmanovitz y todos os que estaban en la lista de los Visionarios (a los que tampoco conocía ni la mamá.)
Por el momento, podemos contentarnos con la gente buena que quedó en el Congreso amparados por los diferentes partidos tradicionales como es Cecilia López -liberal-, Marta Lucía Ramírez -U- y hmmm, tiene que haber por lo menos otros dos que no recuerdo en este momento. Éstas, a pesar de sus diferencias ideológicas y cada uno desde su orilla, van a ser congresistas maravillosos y van a darle altura a todos los debates.
¿Qué opinan?
Un partido como el de la U (que sacó la votación más alta de las elecciones) tenía maquinaria heredada de los partidos tradicionales (candidatos conservadores y liberales, con todo su bagaje político, se unieron a un partido supuestamente nuevo con la idea de plantear una Tercera Vía al estilo inglés.) El partido de la U tenía 100 aspirantes al Senado en una lista con voto preferente. Por mal que le vaya a un candidato determinado, aporta por lo menos 300 votos y muchos pocos suman al umbral del partido y les dan más posibilidades a los candidatos qué sacaron más votos de salir. (En otro blog explicaré con detenimiento el rollo del umbral y la cifra repartidora, aunque me da un poco de hartera.)
Peñalosa, por su parte, tenía una lista cerrada y un listado de aspirantes que no conocía ni su mamá (aparte de él mismo, por supuesto, que era la figura del movimiento.) El único con potencial electoral en esta lista al Senado era el mismo Peñalosa y sus votos no fueron suficientes para cumplir el umbral. En la Cámara les fue mejor, porque por lo menos sacaron una curul (la de David Luna) y casi sacan la segunda (la de Simón Gaviria.) Gracias a todas las señoras bogotanas-countryclunianas que por alguna razón adoran a Luna, el movimiento no perdió la personería jurídica (lo que sí le va a pasar a Mockus).
Yo no sé muy bien si estoy de acuerdo con la reforma política que llevó al cambio de las reglas del juego electoral, o no. Por una parte me parece fundamental fortalecer los partidos políticos, aunque personalmente me siento más identificada con los Visionarios de Antanas, que desafortunadamente no es ni movimiento ni partido después de estas elecciones. Así mismo me encanta que sean cuidadosos (o por lo menos no tan evidentes) con la construcción de sus listas: como los partidos como colectividad están bajo la mira, en estas elecciones expulsaron a algunos de los candidatos “paras” más evidentes. Sin embargo, esta misma reforma llevó a que los colombianos perdiéramos la oportunidad de tener gente brillante en el Congreso como Salomón Kalmanovitz y todos os que estaban en la lista de los Visionarios (a los que tampoco conocía ni la mamá.)
Por el momento, podemos contentarnos con la gente buena que quedó en el Congreso amparados por los diferentes partidos tradicionales como es Cecilia López -liberal-, Marta Lucía Ramírez -U- y hmmm, tiene que haber por lo menos otros dos que no recuerdo en este momento. Éstas, a pesar de sus diferencias ideológicas y cada uno desde su orilla, van a ser congresistas maravillosos y van a darle altura a todos los debates.
¿Qué opinan?
martes, marzo 21, 2006
Tengo que...
Hace mucho tiempo no escribo en el blog porque hace mucho tiempo no tengo tiempo para pensar y para analizar las cosas con cuidado. Estoy metida en un torbellino tremendo de exceso de trabajo, de desorden y de improvisación y cuando por fin logro llegar a mi casa, no se me ocurre nada medianamente creativo. Estoy precisamente metida en lo que siempre he criticado--trabajando sin sentido simplemente porque "tengo que" cuando en realidad ni siquiera me toca hacerlo. Lo peor de todo, es que estoy aguantándome todo porque estoy esperando a que algo cambie. Lo más seguro es que algo efectivamente lo haga, pero no será "la situación", mi sueldo, mi jefe o la gente que se piratea el trabajo de los demás llevándose el crédito que no les pertenece.
Tengo una explicación pendiente...explicarle a L.G porqué Peñalosa no es senador, pero lo dejaré para mañana.
Tengo una explicación pendiente...explicarle a L.G porqué Peñalosa no es senador, pero lo dejaré para mañana.
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