"... y nos quedamos sin noche romántica, eso sí, la Cruz del Sur seguía colgada vertical en el horizonte, ni una gota de ron o aguardiente o mambe o lo que fuera porque todo lo hubiera valido, en cambio una medioaguapanela sin queso la cual casi toda me la bebí yo, con una carpa en el corredor en lugar pero no en el lugar de la Maloca orientada en el sentido de la Vía Láctea, con un sánduche de atún y mayonesa Fruco (acaso era Comapán) cuando esperábamos el caldo de pescado, espesado con yuca y ají en polvo más picante que cualquier chile mexicano que haya probado, un colchón solitario en forma de camello que me levantó a la madrugada suplantando el testimonio de los vaivenes de encuentros fortuitos de una hamaca con toldillo que se guindaba como lo pudiese haber hecho Richard Evans Schultes, unos indios que esperaban a que nos fuéramos para volver a su cotidianidad y unas indias que se embadurnaban de bloqueador solar tres o cuatro veces al día -yo, por factura de los años, me sumaba a ese ritual de la mañana (patético), y en la popa de nuestro Calypso, yo entre mangueras y bidones de combustible me elevaba como Remedios, la Bella, hasta donde no llegan ni los más altos pájaros de la memoria.
Pero allí estábamos tratando de apropiarnos de un mundo que nunca nos pertenecerá por mas competitividad que se le meta."
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