martes, octubre 02, 2012

Sobre la alienación y esas cosas

Acabo de salir un rato a tomar el sol para aprovechar un poco . Me encontré con el profesor venezolano que está haciendo su sabático acá. Tiene un color de piel bonito que esconde los años. No sabría si tiene setenta o cincuenta. No me acordaba de su nombre así que lo salude con el muy cordial "Profesor". Me sonrío y me armó conversación. Me preguntó en qué trabajaba y yo le pregunté en qué trabajaba. Me contó que estaba escribiendo un libro sobre una experiencia de educación experimental desde una perspectiva sistémica. Después me contó que el sol activaba un receptor clave para el sistema inmunológico y que me recomendaba que tratara de tomar sol cada vez que pudiera para que no me enfermara en el invierno. Después me dijo que sentía que la universidad había cambiado muchísimo. Que él había estado en Hull hacía veinte años y que claramente la tecnología y el mercado habían logrado que pasara de ser una universidad pequeña pero muy amigable a un lugar algo alienante e impersonal. Que unos baños tan limpios y una cafetería tan grande y estandarizada no parecían ser muy amigables con la construcción de conocimiento y de una comunidad académica real. Yo miré la taza desechable de capuchino de Starbucks que tenía en la mano sintiéndome culpable. Él también la miró y sonrío, diciéndome "¿Ves?" con su gesto. Después me dijo que educar a los niños en este mundo era un reto enorme y que teníamos que protegerlos de la alienación. Le dije que siempre tenía eso presente en la educación de mi hija y omití decirle que ese proceso me preocupaba más en mí que en Amelia. Él me dijo que para nosotros (incluyéndome en ese nosotros) ese proceso era menos grave porque teníamos un pie en un lado y otro en otro. Yo no le conté que todos mis levantes de adolescencia estuvieron mediados por ICQ.

Anoche estaba pensando precisamente que en Inglaterra había aprendido a través del ejemplo de Laura M y de Ángela y Jon a llevar una vida más austera y consciente y por ende, más consecuente con como me gustaría que fuera el mundo, pero esta mañana miré cada una de las fotos del desfile de Yves Saint Laurent y quise locamente tener unos vestido de esos para ponerme algún día. No sé si son sentimientos incompatibles, o si son claramente una expresión de ese proceso de alienación del mercado y la tecnología de los que hablaba el profesor venezolano. Pero después también pensé que me gusta el mercado y me gusta la tecnología como conceptos abstractos y como manifestaciones reales. Que el mercado permite que las personas actúen y existan libremente y se regulen sin que depender de un intermediario que limite su libertad y que también me permite comprar un vestido de YSL si algún día tengo la plata. Y que la tecnología permite que yo lea artículos académicos escritos en todas partes del mundo, incluso algunos encontrados de forma poco ortodoxa en páginas web escritas en cirílico, y que Amelia juegue a las muñecas con mi mamá a través de Skype mientras yo cocino mote de ñame en el norte de Inglaterra para invitar a ese profesor venezolano, con su familia, a comer a la casa.

No sé dónde estén mis pies en este proceso de alienación inevitable, pero esperaría buscar un terreno firme para poder tenerlos en los dos costados de los que habló el profesor venezolano y ayudar a Ame a que los ponga donde ella quiera, consciente de las consecuencias de su escogencia.

1 comentario:

Germán A. Quimbayo dijo...

Yo tiendo a ser más pragmático, por aquello de mi sesgo como ambientalista. Reconozco muchas ventajas que nos brinda el mercado, pero evalúo sus consecuencias inesperadas (formas de producción y conflictos socio-ambientales, por solo poner un ejemplo), por lo que intento no ser alguien consumista.


Pero bueno, volviendo a tu escrito, y sin ponerme jarto, eso de la alienación es un eterno dilema, que tú planteas aquí como una bonita reflexión personal y que vinculas con la crianza de tu hija.

Gracias por compartir.

Un abrazo.